Como aroma que se esfuma,
como nube que se aleja,
como estrella fugaz,
así te viví yo.
Sólo fuiste un espejismo.
Y fue entonces que se hizo la luz
y la venda que me cegaba
se desvaneció,
y mis ojos pudieron ver,
por fin,
la verdad en los tuyos:
un frío desalmado
que me heló
el alma.
Y fue entonces que intuí,
loco de dolor,
la cruel realidad,
la náusea que al verme sentías.
Y fue entonces que comprendí,
que no eras más que humo,
una ilusión falaz,
una engañifa,
un timo despiadado
del destino.
Y fue entonces que mi alma,
lancinada de pena,
se desgarró
en sangrantes heridas
que nunca sanarán,
y mi garganta al vacío lanzó
un grito de amargura
que jamás escucharás:
"¡Adiós para siempre, adiós,
nunca nadie te querrá como yo!"